Un estudio llevado a cabo por
Robert Dilts, autor de numerosas obras de programación neurolingüística (PNL),
identificó en varios ancianos de más de 80 años activos y con buena salud,
cuáles son las claves psicológicas para gozar de una buena vejez. El estudio,
llevado a cabo en Nijmegen (Países Bajos), constató que la capacidad de
sentirse feliz y encontrarse bien físicamente puede darse en personas con
formas de ser, creencias y modos de vida muy diferentes.
Capacidad
de sentirse feliz. Pero, ¿qué tienen en común estas
personas? En primer lugar, se caracterizan por una mentalidad libre y un gran
sentido de la tolerancia. Son optimistas, se toman con deportividad las pruebas
de la vida, como una oportunidad para aprender en lugar de cómo un fracaso, y
defienden la importancia del buen humor. En segundo lugar, citan el matrimonio
como uno de los momentos más trascendentales y la pérdida del cónyuge, como una
de las pruebas más duras. No obstante, han sabido superar este duelo y
experimentar, incluso, cierta presencia protectora de la persona fallecida.
Los ancianos longevos tienen
una mentalidad libre y un gran sentido de la tolerancia, son optimistas y
defienden la importancia del buen humor
Tampoco tienen un gran miedo a
la muerte. “Son conscientes de que su vida está limitada, pero viven como si dispusieran
de todo el tiempo del mundo”, explica Hennezel, “y son capaces de pensar en
futuro, mientras que la gran mayoría de ancianos viven anclados en el pasado”.
Están reconciliados con todo lo vivido y afirman que no cambiarían ni un solo
acontecimiento, ni siquiera los más duros y difíciles.
Interpretan la vejez como una
liberación, un periodo en el que llevar a la práctica todo lo que no han podido
hacer durante la juventud. Desprovistos de numerosas preocupaciones y
obligaciones, disponen de tiempo para dedicarse a sí mismos y a lo que les
gusta.
Otra de las claves que apunta
Hennezel es que los ancianos longevos no son seres solitarios, sino que tienen
una vida afectiva rica. Esto no significa que desconozcan los ratos de soledad,
pero huyen del aislamiento. La belleza y atracción de los ancianos ya no
depende de su apariencia externa, sino de su alma. Se da la circunstancia de
que muchos de ellos tienen un cuerpo muy disminuido y han perdido numerosas
facultades, pero su expresión facial es radiante. Estar disponibles cuando los
demás necesiten su compañía y consejo es su mejor baza para no estar solos.
Por último, la autora defiende
que se debe mantener la alegría. En hebreo, la misma palabra “guil” significa
edad y alegría. Los dos peligros principales que se deben vencer para vivir con
alegría son: el aburrimiento (ese sentimiento habitual según el cual la vida es
más de lo mismo) y la tristeza.
Prepararse
para el final. Entre los 55 y los 80 años (hay personas y circunstancias
muy heterogéneas) hay que hacer balance y firmar la paz con el pasado histórico
de cada uno, dice Marie de Hennezel, quien afirma que es posible que el
desarrollo de la demencia senil pueda relacionarse con el hecho de no estar en
paz con la historia propia. Acudir al psicoterapeuta en algún momento crítico
del proceso de envejecimiento puede ayudar a la persona que entra en la vejez a
liberarse de emociones reprimidas, recuerdos dolorosos y perdonarse a sí misma.
De esta forma, la persona gana tranquilidad y una perspectiva más amplia de la
vida que le permite afrontar mejor la ancianidad.
El miedo a sufrir una
enfermedad grave y a la muerte es inherente al ser humano, pero se puede
disminuir. Cada vez se vive más tiempo y la ciencia dispone de recursos para
proporcionar una prórroga. Se vive más años y con más calidad de vida. “La vida
se alarga, mientras que el tiempo de sufrimiento se acorta”, explica Hennezel.
La preparación mental y
espiritual es fundamental para alcanzar este momento con sosiego. La principal
tarea de los que se hacen mayores es aspirar al gran desapego, a estar en
conexión con su yo más profundo. Esto se logra con ejercicios de respiración y
de meditación, dos prácticas muy extendidas en las culturas orientales. “Se
calcula que diez minutos de meditación, durante dos o tres meses, hacen bajar
dos puntos la tensión sin ningún medicamento”, según el científico francés Joël
de Rosnay. Todas estas técnicas preparatorias pueden servir para vivir una
vejez feliz y plena y un final sereno.
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