Dormir con los hijos, lo que llamamos colecho, es una opción que
tiene bastantes ventajas, y muchas de ellas contradicen las críticas a esta
costumbre, cada vez más extendida en nuestras sociedades occidentales, habitual
en otras culturas y que ha sido la forma en la que han dormido los niños desde
el comienzo de la Historia de la Humanidad.
El colecho facilita la lactancia y la alimentación nocturna
La lactancia es
un proceso natural que, es óptimo, cuando se produce a demanda, pues es la succión del bebé la que regula la producción y favorece el
mantenimiento de una relación adecuada de la oferta disponible de leche. A más
succión habrá, si no hay inconvenientes médicos o posturales, más leche.
Los bebés, además, necesitan mamar de noche para mantener, no solo una
producción correcta adecuada a sus necesidades, sino también el aporte adecuado
de nutrientes y cantidad de leche ingerida y hábitos de lactancia no
interferidos. Durante los primeros meses, además, no atender su necesidad de
alimento puede producirles hipoglucemia nocturna.
Amamantar es sencillo durante la noche si el bebé está al lado de la madre.
Simplemente habrá que acercarlo al pecho si es pequeño y, más adelante, él
mismo se aproximará al pecho y mamará lo que necesite.
La madre apenas tiene que despertarse, podrá recuperar el sueño
inmediatamente y, de hecho, las madres que colechan muchas veces no saben decir
el número de despertares del pequeño, pues ellas mismas no se desvelan.
Si el bebé no es amamantado también se beneficiará, en su alimentación nocturna, del colecho,
pues la madre puede tener lo necesario para hacer el biberón en la misma
habitación y dárselo con la mayor rapidez y sin tener que andar levantándose
demasiado. Y además, podremos ofrecer a nuestro hijo todas las demas ventajas
asociadas al colecho: intimidad, seguridad y descanso.
Los padres descansan más con el colecho
Enlazando con lo dicho anteriormente, dormir con el bebé también favorece
el descanso de la mamá, que no tiene que levantarse de la cama para
atender a su bebé cuando se despierte para comer o por otro motivo físico como
que se destape o se encuentre mal. Sencillamente, acercándolo a su cuerpo, lo
reconforta y pueden seguir durmiendo sin desvelarse.
El papá descansa también, los llantos del bebé no lo despiertan y, si no
es comida lo que pide el niño o no reclama específicamente el contacto con la
madre, él mismo puede cambiarlo o abrazarlo sin salir de la cama.
La familia recupera el tiempo perdido
Nuestros hábitos de trabajo hacen que muchas familias puedan disfrutar
de pocas horas al día juntos. Con el colecho se les ofrece una oportunidad
de recuperar ese tiempo perdido y compartir más contacto físico y
emocional.
Las parejas suelen querer dormir juntos no solo para practicar sexo,
sino también para hablar, abrazarse, hacerse mimos y despertarse juntos. Con
los niños esto sucede igual, dormir con ellos hace que la familia pueda
compartir el dulce sueño y también todos esos momentos de intimidad y cariño
que ofrece el tiempo nocturno. Y para el sexo, si es que hay tiempo y fuerzas
con un bebé en casa, siempre hay oportunidad y lugar en otros lugares de la
casa (por ejemplo, en la habitación que habríamos destinado a la cuna).
Los niños se sienten mejor
El llanto de un bebé a veces responde a necesidades físicas, pero en otras ocasiones es por
miedo, frío, dolor, necesidad de contacto y mimos o incomodidad. Cuanto antes
atendamos estas necesidades, sean materiales o emocionales, menor será el
tiempo en el que el niño esté sufriendo ese problema y menos llorará, pues si
no lo atendemos pronto puede que luego, se sienta nervioso o asustado, y le
costará mucho más dejar de llorar y sentirse tranquilo y confortado.
El saber que sus padres lo atenderán inmediatamente hace que el bebé se
sienta más seguro cuando va a dormir, tarde más o menos en coger el
sueño, y también, se sentirá más tranquilo mientras duerme. No hay razones para
temer la soledad o la obscuridad, pues las personas que ama y lo protegen están
a su lado e incluso, si se despierta, los siente cerca, los escucha, toca y huele,
haciendo que no existan razones para pedir esa compañía, pues ya la tienen con
solo extender su manita.
Eso fomenta buenos hábitos de sueño. Las necesidades físicas
y emocionales estan cubiertas, el niño puede dormirse mamando, que es lo
natural en el bebé, y tiene una sensación de protección nocturna que hará que
el momento de irse a dormir sea vivido como algo placentero.
Por supuesto, puede suceder que el pequeño no se duerma inmediatamente
cuando sus padres consideren que es el momento. A veces hay experiencias
diarias que lo habrán disturbado y necesita expresar, a su manera, esa tensión.
A veces simplemente no está cansado o está demasiado alterado para relajarse.
¿Hay acaso un sitio mejor que la cama familiar para pasar ese rato contando
cuentos, dándole mimos o dejándolo jugar con nosotros?
Cuanto mejor durmamos, mejor estaremos por la mañana
Bastante cansado es atender a un bebé como para enfrentarnos al día
siguiente sin haber podido dormir en toda la noche. Dormir con nuestro hijo no
va ha eliminar sus despertares, pero si los reduce y hace mucho más sencillo
que, habiéndolo atendido prontamente, todos recuperemos el sueño antes. Y desde
luego, cuanto mejor durmamos, más descansados, más animosos y más sanos
nos sentiremos la mañana siguiente, cuando nos espere otra jornada de
cuidado de nuestro hijo y de trabajo, sea en casa o sea fuera de ella.
Dormir con los niños es normal y natural, y además, tiene muchas
ventajas para los padres y los pequeños y les proporciona muchas oportunidades de sentirse bien. El colecho trata de una opción
que, practicada con seguridad, ofrece muchas cosas a favor a las familias. Y sobre el sexo o la intimidad de la
pareja, habrá muchas soluciones que seguro que podemos implementar sin
renunciar a dormir todos juntitos.
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